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martes, 28 de octubre de 2008

LA RAZON DEL SER ETICO DEL EMPRESARIO

La conveniencia de una enseñanza ética, sería una presunción por nuestra parte encontrar ahí la razón del ser ético del empresario. El paso siguiente, que fundamentaría la necesidad de esa enseñanza deontológica, vendría a formularse en los siguientes términos: conviene una enseñanza ética porque hay que ser ético en la empresa. Cuando nos referimos a que hay que ser ético en la empresa, queremos expresar un modo de ser que comporta unas pautas, según las cuales el individuo, inmerso en una actividad laboral, logra el perfeccionamiento para el que ha sido llamado de acuerdo con su naturaleza. Las dotes del directivo, en la medida en que necesita estar al tanto de la información y motivación de los trabajadores, de la comunicación entre los diversos niveles, de la delegación de responsabilidades, del impulso de los diferentes equipos de trabajo, de la toma de decisiones que afectan no sólo al ámbito personal, sino también social en la medida que existe una interacción en el entorno en que se desenvuelve, esas dotes no son sólo psicológicas, sino éticas.

¿A qué nos queremos referir con la necesidad de unas dotes éticas? Sencillamente a que la resolución de las alternativas que se presentan diariamente en un medium como es la empresa, exige un marco que no es otro que la libertad. Intentar resolver las alternativas sin la libertad, es un fracaso. La ética no asegura el éxito en la resolución de las alternativas, como más adelante veremos, pero eso mismo nos debe llevar a entender que si no fuese a sí, la ética quedaría desconectada de la libertad, y el empresario quedaría a merced del puro acontecer económico, social, etc. Pero en realidad el directivo está relacionado con la empresa, en la medida en que pone una alternativa o no la pone. La empresa, como cualquier organización de marcado carácter social, está constituida por alternativas, pero esas alternativas no se estructuran consistentemente sin la ética. El empresario es un ser ético porque es un ser libre. En este sentido el por qué hay que ser ético en la empresa podemos verlo desde dos perspectivas: a) de un lado el empresario frente a la empresa; b) de otra parte el empresario como directivo de la empresa.

Respecto a la primera cuestión habría que señalar tres razones, sin ánimo de ser exhaustivos, por las que parece conveniente no ya tener, sino poseer, a modo de hábito, un comportamiento ético:

1. Las reglas de juego propias de los negocios no se rigen por una ética distinta a la que comúnmente denominados ética, pues en ambos casos el sujeto sobre quien recae la acción es el mismo: la persona humana.

2. El comportamiento ético, aquel que es acorde con unos valores y normas de conducta que emanan de dicho comportamiento inherentes a la persona humana, está íntimamente unido y no contradice el fin de la empresa: maximizar beneficios. Esta consideración supone reconocer jerárquicamente a la persona como valor supremo, pues de lo contrario estaríamos tratando de una ética utilitarista, que niega, precisamente en su consecuencionalismo, todo saber práctico-prudencial.

3. La conducta ética abarca toda actividad, en cuanto a medios y fines, que se lleva a cabo en la empresa. Lo contrario aboca a un reduccionismo, que fijaría su atención en aspectos legales y normativos, deslindados de toda actividad perfectiva del individuo.

Respecto a la segunda cuestión, se encuentran tres razones, sin ánimo de agotar todas las posibilidades, por las que un empresario debe ser ético, de acuerdo con lo señalado hasta ahora:

1. Por una razón estrictamente personal. Si el hombre debe ser ético en todas las actividades que realiza, como medio para lograr el fin, también deberá serlo en su actividad laboral, ámbito en el que proyecta su ser persona.

2. Por una razón de tipo social. El hombre es un ser sociable por naturaleza y su cabal perfeccionamiento lo lleva a término justamente en la medida en que se adapta al medio social en que se desenvuelve. Parece lógico que la actividad laboral, forme parte y parte importante de ese medio social al que no es ajeno. La responsabilidad social de los actos que se deriven de dicha actividad repercutirán no sólo respecto de sí mismo, sino en aquellos que forman parte de la comunidad social en la que lleva a cabo su actividad.

3. Por una razón profesional. La toma de decisiones, el impulso de los equipos de trabajo, el fomento de la creatividad, el logro de los fines, son aspectos que forman parte del quehacer del directivo. La profesionalidad, entendida como una adecuada preparación personal que facilite el desarrollo de los objetivos tanto personales como colectivos, es sin duda un deber moral ético del directivo. La conducta ética del directivo debe reflejarse en quienes componen ese colectivo y en los efectos derivados de la toma de decisiones. No nos referimos exclusivamente al mero cumplimiento externo de la legalidad vigente que marca las pautas en las que ha de moverse, sino también a la intencionalidad ética con que se toman las decisiones y se busca el perfeccionamiento de quienes de él dependen.

En las dos perspectivas consideradas se aprecia, como señala el propio Argandoña, que la ética es ante todo una responsabilidad, un compromiso, una obligación de cada persona consigo misma, que implica tanto su conducta personal como las actividades externas derivadas de su conducta personal7: el efecto no puede ser ajeno a la causa; o dicho de otro modo, toda causa, todo comportamiento ético, tiene unos efectos, que también han de ser éticos.

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